miércoles, 5 de abril de 2017

¿Modificaría genéticamente a su hijo?

Supongamos que usted aún no tiene hijos, hasta ahora está planeando tener uno. Para hacer el proceso de forma segura, ha decidido ir al ginecólogo, informarse de los riesgos posibles y de la mejor forma de planearlo. En la consulta, su ginecólogo, un doctor joven que parece estar al tanto de los últimos avances médicos y tecnológicos, le sugiere que vaya a un genetista.

Usted asume que es una precaución especial que quiere tomar su doctor personal, pero cuando acude a la consulta del genetista se da cuenta de que no es así. La oferta que recibe incluye un estudio genético para evaluar la posibilidad de aparición de una decena de enfermedades mortales; uno más profundo para evaluar los perfiles potenciales físico-comportamentales de su hijo; y una opción final que le permite entrar a modificar el código genético para aumentar la capacidad defensiva del sistema inmune, mejorar la memoria, potenciar el desarrollo de la masa muscular, disminuir la propensión a la obesidad o inclusive seleccionar los rasgos físicos más relevantes a partir de los genes de sus padres.

El acceso a cada una de las opciones depende, por supuesto, de su capacidad económica. Hoy en día es posible obtener la secuencia de su ADN por tan solo 1.000 dólares y en un solo día, con la empresa Life Technologies. Esta secuencia permite el diagnóstico de enfermedades relacionadas con la alteración de un solo gen, como la hemofilia, la fibrosis quística o las distrofias musculares. Hace un año se logró en España que dos niñas nacieran sin el gen de cáncer de mama, que cada año se cobra la vida de miles de mujeres en el mundo. En diciembre del año pasado Inglaterra emitió la ley de los tres progenitores, que busca reemplazar el ADN mitocondrial defectuoso de uno de los padres por el de un donante sano, generando así un niño con el ADN de tres progenitores.

Todavía hay mucho camino por recorrer, pero con la velocidad de los avances científicos y tecnológicos, será un camino que recorramos muy rápido. La ciencia siempre ha seguido el mismo proceso pero cada vez de forma más eficiente. Los avances científicos y médicos inician orientados a solucionar problemas que ponen en riesgo la vida humana y terminan sirviendo como una mejora a la vida diaria. Entre los principales ejemplos tenemos el Viagra, muchas de las drogas psiquiátricas y, el que más aplicaría en este caso, la cirugía plástica.

La cirugía plástica se inició en la Primera Guerra Mundial como una respuesta a la necesidad apremiante de ayudar a los heridos deformados por las armas. Hoy en día es un negocio que mueve miles de millones de dólares en el mundo y que le permite a quien tenga los recursos mejorar (o desmejorar en muchos casos) su apariencia física. Poco tiempo pasará antes de que estas personas que aumentan el tamaño de sus senos, mejoran su cola, perfeccionan el perfil de su nariz o suavizan sus pómulos. Estas mismas personas muy pronto podrán pagar para escoger el color de ojos de sus hijos, el color de piel o el potencial de su memoria.  

¿Cuál es el riesgo ético de la manipulación genética? En mi opinión, que la Eugenesia positiva se generalizará y terminará por dar la aparición de una subraza o, si se prefiere, de un grupo de humanos genéticamente modificados que podrán hacer uso de su ventaja para obtener beneficios reales.

Lo que nos espera es una sociedad en la cual nuestros hijos o nuestros nietos deberán competir no solo con base en sus capacidades naturales y el desarrollo que hayan hecho de ellas, sino contra el capital familiar que haya permitido costear la mayor cantidad de mejoras. Las nuevas élites políticas y económicas surgirán más que nunca de la capacidad económica, dando paso a una nueva clase social que mezclará la aristocracia tradicional, la burguesía arraigada y las clases emergentes que muchas veces se soportan en capitales mal habidos.

Pero, la brecha que hoy en día se limita al acceso a la buena educación, la buena alimentación y las relaciones sociales, se ampliará profundamente. Esta nueva élite tendrá unas diferencias fisiológicas claramente definidas y al cabo de un par de generaciones estas diferencias habrán creado una nueva raza de humanos genéticamente modificados con capacidades superiores frente a quienes no tuvieron los recursos suficientes. Muy pronto la ventaja será suficiente como para que puedan acceder más fácilmente a los escasos puestos de trabajo o para que soporten mejor las cada vez más exigentes condiciones medioambientales.

Este puede ser el escenario pesimista. Es posible que encontremos un camino en el cual todos puedan tener acceso a los beneficios de la terapia genética o en donde no abramos el espacio para convertirla en una herramienta de diferenciación y exclusión. Pero, lamentablemente la historia nos ha mostrado una realidad diferente hasta ahora: El bien general nunca está por encima de los beneficios económicos.

Por primera vez en nuestra historia el hombre ha logrado acercarse al nivel de dios y está a un paso de hacer realidad la teoría del diseño inteligente. El problema es que lo que podría ser una bendición parece más la caja de Pandora del siglo XXI.


Ahora, cuando le pregunten si desea usted modificar genéticamente a su hijo o a su nieto, ¿usted que diría?

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