Supongamos que usted aún no tiene hijos, hasta ahora está planeando
tener uno. Para hacer el proceso de forma segura, ha decidido ir al ginecólogo,
informarse de los riesgos posibles y de la mejor forma de planearlo. En la
consulta, su ginecólogo, un doctor joven que parece estar al tanto de los
últimos avances médicos y tecnológicos, le sugiere que vaya a un genetista.
Usted asume que es una precaución especial que quiere tomar su doctor
personal, pero cuando acude a la consulta del genetista se da cuenta de que no
es así. La oferta que recibe incluye un estudio genético para evaluar la
posibilidad de aparición de una decena de enfermedades mortales; uno más
profundo para evaluar los perfiles potenciales físico-comportamentales de su
hijo; y una opción final que le permite entrar a modificar el código genético
para aumentar la capacidad defensiva del sistema inmune, mejorar la memoria, potenciar
el desarrollo de la masa muscular, disminuir la propensión a la obesidad o
inclusive seleccionar los rasgos físicos más relevantes a partir de los genes
de sus padres.
El acceso a cada una de las opciones depende, por supuesto, de su
capacidad económica. Hoy en día es posible obtener la secuencia de su ADN por tan
solo 1.000 dólares y en un solo día, con la empresa Life Technologies. Esta
secuencia permite el diagnóstico de enfermedades relacionadas con la alteración
de un solo gen, como la hemofilia, la fibrosis quística o las distrofias
musculares. Hace un año se logró en España que dos niñas nacieran sin el gen de
cáncer de mama, que cada año se cobra la vida de miles de mujeres en el mundo.
En diciembre del año pasado Inglaterra emitió la ley de los tres progenitores,
que busca reemplazar el ADN mitocondrial defectuoso de uno de los padres por el
de un donante sano, generando así un niño con el ADN de tres progenitores.
Todavía hay mucho camino por recorrer, pero con la velocidad de los
avances científicos y tecnológicos, será un camino que recorramos muy rápido.
La ciencia siempre ha seguido el mismo proceso pero cada vez de forma más
eficiente. Los avances científicos y médicos inician orientados a solucionar
problemas que ponen en riesgo la vida humana y terminan sirviendo como una
mejora a la vida diaria. Entre los principales ejemplos tenemos el Viagra,
muchas de las drogas psiquiátricas y, el que más aplicaría en este caso, la
cirugía plástica.
La cirugía plástica se inició en la Primera Guerra Mundial como una
respuesta a la necesidad apremiante de ayudar a los heridos deformados por las
armas. Hoy en día es un negocio que mueve miles de millones de dólares en el
mundo y que le permite a quien tenga los recursos mejorar (o desmejorar en
muchos casos) su apariencia física. Poco tiempo pasará antes de que estas
personas que aumentan el tamaño de sus senos, mejoran su cola, perfeccionan el
perfil de su nariz o suavizan sus pómulos. Estas mismas personas muy pronto
podrán pagar para escoger el color de ojos de sus hijos, el color de piel o el
potencial de su memoria.
¿Cuál es el riesgo ético de la manipulación genética? En mi opinión, que
la Eugenesia positiva se generalizará y terminará por dar la aparición de una
subraza o, si se prefiere, de un grupo de humanos genéticamente modificados que
podrán hacer uso de su ventaja para obtener beneficios reales.
Lo que nos espera es una sociedad en la cual nuestros hijos o nuestros
nietos deberán competir no solo con base en sus capacidades naturales y el
desarrollo que hayan hecho de ellas, sino contra el capital familiar que haya
permitido costear la mayor cantidad de mejoras. Las nuevas élites políticas y
económicas surgirán más que nunca de la capacidad económica, dando paso a una
nueva clase social que mezclará la aristocracia tradicional, la burguesía arraigada
y las clases emergentes que muchas veces se soportan en capitales mal habidos.
Pero, la brecha que hoy en día se limita al acceso a la buena educación,
la buena alimentación y las relaciones sociales, se ampliará profundamente.
Esta nueva élite tendrá unas diferencias fisiológicas claramente definidas y al
cabo de un par de generaciones estas diferencias habrán creado una nueva raza
de humanos genéticamente modificados con capacidades superiores frente a quienes no tuvieron los recursos suficientes. Muy pronto la ventaja será suficiente como para que puedan acceder más fácilmente a los escasos puestos de trabajo o para que soporten mejor las cada vez más exigentes condiciones medioambientales.
Este puede ser el escenario pesimista. Es posible que encontremos un
camino en el cual todos puedan tener acceso a los beneficios de la terapia
genética o en donde no abramos el espacio para convertirla en una herramienta
de diferenciación y exclusión. Pero, lamentablemente la historia nos ha
mostrado una realidad diferente hasta ahora: El bien general nunca está por
encima de los beneficios económicos.
Por primera vez en nuestra historia el hombre ha logrado acercarse al
nivel de dios y está a un paso de hacer realidad la teoría del diseño
inteligente. El problema es que lo que podría ser una bendición parece más la
caja de Pandora del siglo XXI.
Ahora, cuando le pregunten si desea usted modificar genéticamente a su
hijo o a su nieto, ¿usted que diría?
Si. Claro . La especie humana mejoraria.
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