martes, 10 de mayo de 2016

La Feria del Libro: entre el dolor y el placer.

La feria del libro: Entre el dolor y el placer.
(Publicado en LibroTKdigital de El Espectador el 29 de abril de 2016 - http://blogs.elespectador.com/librotkdigital/feria-del-libro-entre-el-dolor-y-el-placer ).
Desde mi infancia he sido un amante de los libros. Así como acumulaba carritos o soldaditos de plástico, acumulaba libros. Mi primer libro grande fue Viaje al centro de la tierra, que me regaló mi tío Alejandro cuando cumplí ocho años y que aun conservo para que mi hija lo lea muy pronto. 
Leí todos los libros clásicos de aventuras para niños y jóvenes. Mi papá se encargó de nutrir mi biblioteca y con ella reforzó mi gusto por los libros. En el colegio teníamos una biblioteca con una gran oferta, además de una sala de lectura en la que solía refugiarme con otros ratones de biblioteca y aspirantes a intelectualoides a leer y escribir. Lo hermoso de esos años de juventud es que la osadía le permite a uno cometer poemas, cuentos y hasta obras de teatro. La valentía de quienes finalmente se convierten en escritores es que logran convertir esa osadía de adolescentes en una urgencia de adultos, y entonces escribir sigue siendo la única salida para sobrevivir; los cobardes nos quedamos con el escape de la lectura. Aquellos años de juventud los pasé entre libros y cuadernos de notas, y en la universidad los adobé con café, cigarrillo y todos los sitios de bohemia a los que podía llegar en La Candelaria. Y por supuesto, en aquella época la panacea del espíritu lector era la feria del libro.
Cuando empecé a ir a las primeras ferias del libro, lo hacía con el bolsillo roto del estudiante. Si tenía para pagar la entrada, era poco lo que quedaba para darse algún gusto. Era la época en que las compras se hacían en los libreros de la 19, donde las segundas eran buenas pero los títulos poco novedosos. Fueron los años de leerse todo Kundera, de ahogarse con asombro en Umberto Eco, y pos supuesto de todos los clásicos latinoamericanos con quienes tratábamos de consolidar nuestra identidad cultural. Era la época en que la biblioteca personal se nutría de las ediciones de bolsillo.
Ir a la Feria del Libro era como ir con cinturón de castidad al paraíso de las 11.000 vírgenes. Tal vez me faltó haberme inmolado previamente para poder acceder a las delicias. Libros de todo tipo, nuevos, de los autores que difícilmente se conseguían en librerías diferentes a la Lerner o la BuchholzUno caminaba y caminaba durante el día entre ese enorme laberinto, sin llevar el hilo de Ariadna porque el objetivo era perderse para siempre. 
Después llegaron los años de suficiencia económica. Ya puedo ir a la Feria no solamente a comprar lo que encuentre interesante, sino también comprarle libros a mi hija o a mi esposa. Pero también llegó el tiempo de la selectividad en lecturas, en autores y títulos, y el sinsabor de la decepción porque la Feria no es el lugar para las compras. Nuestra Feria del Libro es, en su mayor parte, una representación de las librerías de cadena que se dedican a las novedades y las ventas masivas, y poco ofrecen de libros de nicho. En la era de las redes sociales vemos pasar títulos y títulos que ofrecen en La casa del libro o en Atenea, y que nunca llegarán a estas latitudes. O en sellos como Crítica, Prometeo, Icaria, Palabras Aladas, Obelisco y cientos más que nadie distribuye en Colombia por su supuesto bajo volumen de ventas. 
Para los lectores la Feria ofrece lo mismo que encontramos en las librerías. La única ventaja es tenerlos a todos en un solo sitio. Eventualmente algunas ofrecen descuentos, pero no son económicamente representativos. Sería muy interesante que invitaran editoriales que no tiene presencia en el país, para que además conozcan el mercado y encuentren distribuidores con los cuales mejoren la oferta editorial en Colombia. 

Para el sector profesional editorial tampoco es una feria relevante. Los invitados profesionales no permiten hacer negocios interesantes como los que se pueden hacer en Frankfurt, Guadalajara o Buenos Aires. No hemos logrado consolidar la nuestra como una feria de interés, tal vez como un reflejo de un mercado cuya demanda no logra crecer al ritmo de muchos otros países.
Finalmente, para la academia tampoco es una Feria que genere espacios de interés. Este año la presencia de Svetlana Aleksiévich generó un interés particular, pero el resto de eventos no movieron el suficiente público para que los expositores sintieran la satisfacción de tener un auditorio respetable. Creo que la estrategia de comunicación debe fortalecerse, pero la generación de espacio y contenidos debe reorientarse. Afortunadamente los países invitados han mejorado mucho en sus propuestas culturales.
Que el principal fenómeno en público haya sido un youtuberque no es un fenómeno literario sino mediático, deja mucho espacio para reflexionar sobre las propuestas que le estamos haciendo a nuestros jóvenes. Según palabras del mismo Presidente de la Cámara Colombiana del Libro, una situación de afluencia de público como la vivida el fin de semana con Germán Garmediasolo es comparable a la que se vivió hace varios años con ChespiritoYa con esa comparación queda todo dicho.
Ojalá la Cámara Colombiana del Libro, los libreros y Corferias renueven la propuesta de la Feria para próximos años: Traer editores que no tiene presencia en el país; tener mayor número de novedades y lanzamientos; promover autores nuevos; promover más a los libreros independientes; jornadas académicas para el público general; que la boleta sea un bono redimible en cualquier stand; y un sinfín de ideas que podrían ayudar a hacer de nuestra feria una jornada más satisfactoria para todos. El que la Feria del Libro sea de las ferias más grandes de Colombia no significa que sea excelente o que no pueda mejorar.

domingo, 24 de abril de 2016

Listas y etiquetas. ¿En cual está usted?

Desde el inicio de los tiempos, el hombre ha necesitado las listas para organizar el mundo y poder apropiarse de él. No en vano el lenguaje fue el elemento que nos permitió dar un salto evolutivo sustancial como especie. El lenguaje nos permitió codificar y transmitir el conocimiento, y parte de esa codificación son las listas, que nos permiten organizar todo lo que debe almacenar nuestro cerebro.
La lista, que Umberto Eco llevaba al mismo nivel del catálogo y de la enciclopedia, nos permite codificar el conocimiento, gestionarlo, almacenarlo, y de alguna forma cuantificar lo que debe ser aprendido o lo que merece ser leído.
Son ejemplos obvios la lista de los diez mandamientos judíos, que después adoptaron los cristianos, o el código de Hammurabi, el primer gran ejemplo de un sistema jurídico. Umberto Eco, que era fanático de las listas, incluía entre sus favoritas la enumeración de objetos del Ulises de James Joyce, cuando Bloom abre los cajones y va enumerando sus hallazgos matizando cada uno con su versión de los mismos, o el listado de los generales y sus navíos que hace Homero en la Iliada para describir la grandeza del ejercito griego, o los catálogos de los museos, entre otras.
Hay listas odiadas como el índice de libros prohibidos, que fuera suprimido en 1966 por Pablo VI. Hay listas que buscan hacernos la vida más feliz, como los siete hábitos de la gente altamente efectiva, las siete leyes espirituales del éxito o cualquier otro que, como receta de cocina, promete los ingredientes para una vida feliz. Y no podemos olvidar las listas ahora tan comunes en Facebook: Diez razones para perder a su pareja; catorce pasos para ser feliz; los 25 mejores momentos de la vida de un padre y su hija; el top ten de los momentos emotivos de American Idol; y una larga lista de listas. Por supuesto, la principal lista de todas, Google, dinámica, siempre cambiante alimentada por las preferencias de quienes consultan y por los gastos publicitarios de quienes la patrocinan, que de alguna forma se está convirtiendo la lista que moldea nuestra cultura y nuestro conocimiento.
La lista establece un límite, una finitud, y el conocimiento que de otra forma se nos inspira universal, infinito, se convierte en algo mensurable y por lo tanto posible de adquirir, de controlar.
Para poder incluir algo en una lista debemos etiquetarlo, clasificarlo. A una pintura la clasificamos como modernista, o impresionista, o puntillista, e irá a parar a una exposición específica o al sótano de un museo si no hay interés del público por las obras con la etiqueta respectiva. Un libro irá en la sección de novela negra o novela histórica, y su público respectivo podrá encontrado y adquirirlo si ha sido adecuadamente clasificado. 
Solemos establecer etiquetas como si fueran placas de mármol, inmodificables. Sherlock Holmes será siempre un personaje de historias policiacas y a nadie se le ocurriría incluir sus libros en la sección de novelas de amor. Vamos etiquetando todo lo que encontramos a nuestro paso, pero muy especialmente, a todos los que nos encontramos a nuestro paso.
Solemos decir que una persona es amable o antipática, alegre o retraída, amorosa o arisca, o cualquier otro término que podamos aplicar. Y esas etiquetas solemos aplicarlas de acuerdo a la afinidad que tengan con nuestras creencias. Si alguien critica el matrimonio entre personas del mismo sexo, y nosotros hacemos lo mismo, lo etiquetaremos como defensor de la familia; si nosotros somos promotores del matrimonio homosexual, etiquetaremos al otro como homofóbico. Y los mismo sucederá con las tendencias raciales, culturales, religiosas y políticas. Y esas etiquetas establecerán quienes son afines a nosotros y quienes merecen nuestro desprecio.
Pero hay algo en este último proceso que obviamos al etiquetar a las personas, y lo que es peor, al etiquetarnos a nosotros mismos, y es que los seres humanos evolucionamos, cambiamos, nos transformamos con el tiempo, y esas etiquetas muchas veces pierden validez. Quien alguna vez fuera amable y amoroso pude volverse introvertido y cínico; quien fuera homofóbico puede volverse inclusionísta en los derechos civiles. Quien fuera partidario de las acciones derechistas por parte del gobierno, puede acabar apoyando un proceso de paz con la guerrilla con tal de asegurar un mejor futuro a sus hijos.
Facebook, por su parte, es un medio para establecer etiquetas de forma rápida y ligera. Un post de cualquier persona nos permite asumir que ese post la define y por lo tanto la etiquetamos de una vez y para siempre. Si apoya el proceso de paz en Colombia es de izquierda o, al menos gobiernista. Si se opone es derechista o uribista. Si critica al gobierno entonces está en contra de la paz, como si lo uno no fuese compatible con lo otro. Y lo que es peor, definimos nuestras relaciones con las personas con base en esas etiquetas ligeras que hemos establecido.
Pero nos cuesta mucho trabajo cambiar las etiquetas que hemos grabado sobre piedra. No solamente las de los demás, sino las etiquetas que nos hemos puesto a nosotros mismos. Y eso nos cierra una de nuestras mejores características, que es la de cambiar, evolucionar. Pudimos haber empezado nuestra vida inteligente en uno u otro camino, o nuestra vida emocional con uno u otro estilo de personalidad, pero con seguridad hemos cambiado, hemos suavizado algunos rasgos de nuestra personalidad o de nuestros paradigmas intelectuales, se habrán endurecido otros, nuestro espíritu se habrá transformado en uno más o menos creyente, la fe se habrá fortalecido o desvanecido. Y las etiquetas, por consiguiente, deberían haber cambiado. La lista en la que nos clasificaron o nos clasificamos en la adolescencia será otra al llegar a la madurez y otra de nuevo al llegar a la vejez. 
Tal vez en eso consiste la crisis de le edad madura. En que no encontramos coherencia de lo que creíamos ser con lo que somos, de los sueños que teníamos con lo que hemos logrado construir, en que las etiquetas que nos definían ahora parecen nombrar unos estantes vacíos en una galería. Construimos un molde, los demás lo reforzaron, y ahora ese molde se desdibuja frente a una imagen que ya no se refleja en el espejo. Lo que creíamos ser es ahora un fantasma, y si seguimos apegados a ese viejo listado de virtudes y defectos no podremos disfrutar de ese que somos ahora. Pero no solamente nuestras etiquetas han cambiado; también han cambiado las etiquetas de nuestra pareja, de nuestros padres, nuestros hermanos, nuestros amigos. Las listas que nos permitían tener un mundo seguro, mensurable, conocible y dominado, se rasgan cada día y nos dejan desvalidos ante una realidad que definitivamente no podemos controlar.
Y usted, ¿ha revisado recientemente sus etiquetas? ¿Sabe en que lista está? Yo, por mi parte, espero liberarme algún día de las listas y poder vivir la realidad como es, sin etiquetas. Cuando muera pediré que mis cenizas las esparzan al viento, para evitar que lo último que sobreviva a mi memoria no sea una dirección anónima y una placa metálica con las coordenadas de un cenizario. Preferible el olvido que una última y fría etiqueta.




martes, 22 de marzo de 2016

Gracias por la manzana; nuestra deuda con Eva.

 

Dice la tradición judía que Dios creó a Adán y a Lilit, su primera mujer, al mismo tiempo y del mismo barro. Pasado un tiempo prudencial, como en todas las relaciones de pareja, Lilit decidió que no tenía porque sumirse ante Adán y lo abandonó; se fue a vivir a la orilla del Mar Rojo, en donde conoció a Satán Samael, con quien convivió. Cabe anotar que lo que más le molestaba, según la recopilación de comentarios del Pentateuco de Reuben ben Hoshke Cohen, era que cuando Adán quería tener relaciones sexuales la obligaba a adoptar la posición acostada bajo él, lo cual no era acorde a una mujer que había sido hecha del mismo barro.

La primera mujer creada por Dios resultó ser feminista y una luchadora por la igualdad de género. Ante la negativa de su compañero de aceptar esta igualdad prefirió abandonar el Edén e irse a vivir a las desoladas costas del Mar Rojo, rodeada por demonios. Sacrificó los placeres que conocía, las promesas de un paraíso eterno, por la dignidad y la libertad.

Ante esta huida y la muy predecible desolación de Adán, Dios decide darle otra mujer a su golem, pero que sea carne de su carne, para evitar futuras insubordinaciones. Y crea a Eva de su costilla. Con lo que no cuenta el creador es que esta nueva criatura es curiosa e inteligente. En una tarde primaveral conoce a Satán Samael, el ángel caído, el demonio de la luz, y se seducen mutuamente (no conozco mujeres que se dejen seducir) y recibe de él el fruto del conocimiento. Hubiese podido comer el fruto de la vida eterna, pero intuyó que esa vida eterna sería vacía en el paraíso, que era preferible un conocimiento efímero a una eternidad ignorante, y entregó su inocencia y la de las generaciones por venir a cambio de entrever algo de lo mucho que conocía su creador.

Los beneméritos padres de la Iglesia, que reescribieron los mitos como los opresores suelen reescribir la historia, tergiversaron los hechos y acabaron haciendo culpables a las mujeres. A Lilit la desaparecieron de las páginas oficiales del texto revelado, y a Eva la condenaron por habernos hecho explulsar del Edén y habernos hecho realmente humanos, ansiosos por conocer, por explorar, por crear, por huir de esa tranquilidad vacía de la ignorancia. Para rematar, al ángel caído lo condenaron al escarnio eterno, aquel que nos dio la luz, como el Prometeo de los griegos. A los Caballeros del Temple se les acusó entre otras herejías de adorar a Baphomet, una deidad que dio la luz y el conocimiento a los hombres, y sirve de puente entre el cielo y la tierra, una nueva versión de ese antigüo Satán Samael, menos demoniaco.

La religión ha buscado la forma de condenar a quienes buscan la verdad, el conocimiento, a quienes siguen las sendas del estudio para romper los dogmas en que se sustentan sus hermosas catedrales. ¿Qué hubiera sido de nosotros sin esa rebeldía de Lilit? ¿O que hubiera sido de nosotros sin la curiosidad de Eva? Y no deberíamos dejar por fuera a Samael, que nos dio el fruto de la luz, pero por ahora quedemonos en nuestra madre y nuestra tía primigenias sin tener que entrar a reinvindicar a los ángeles caídos, humanos entre los humanos.

Nuestra cultura occidental, judeocristiana, nos ha educado con base en esa visión misógina. De la culpa al sentido de superioridad masculina, la mujer ha estado relagada a un segundo plano y 2500 años después de la creación de estos mitos sigue tratando de recuperar su lugar justo en la sociedad. Lo que no deja de ser llamativo es que en oriente la mujer ha tenido la misma posición relegada y ha sido sometida a la misma violencia de género.

Dicen los estudios recientes que aun deben pasar 70 años para que en Europa se logre la igualdad de género. Supongo que se necesitará una generación adicional para lograrlo en América, y no sabría cuantas para lograrlo en los paises musulmanes. Pero, si esperamos a que estos cambios se den por la simple inercia del cambio generacional y la mejor educación que le estamos dando a nuestros hijos, serán cambios muy lentos. 

Debemos transformar las raices de nuestra cultura, reinvindicar los valores que nos sustentan, reescribir nuestros mitos. Ojalá pudieramos romper los moldes, pero nuestra cultura se sustenta en esos paradigmas de una forma profunda. El arte, la literatura y la cultura popular están llamados a  reinvindicar las imágenes de quienes realmente nos hicieron humanos, para dejar de vivir sumidos en la culpa y empezar a cultivar una vida basada en la luz. 

Por ahora, reinvindiquemos la curiosidad de Eva, la libertad de Lilit, y agradezcamos por la manzana.

viernes, 26 de febrero de 2016

¿Hay un dios? La conversión del ateo Antony Flew.

En una conversación con una amiga salió el tema de Antony Flew, uno de los ateos más famosos que al final de sus días se convirtió en deísta, hecho que fue utilizado por diversos sectores de la cristiandad para reforzar su discurso. En esa conversación decía yo que la justificación de Flew me parecía de argumentos flojos; mi amiga sostiene que aunque flojos son válidos y corresponden a la necesidad espiritual de una persona. Totalmente de acuerdo. Pero, pensando más tranquilamente en el tema y revisando de nuevo la argumentación de Flew, creo que vale la pena comentarla, además como complemento a otra conversación virtual que he tenido con un amigo devoto y muy entregado a las labores de servicio en Emaús.

Antony Flew fue uno de los ateos más representativos, pero su ateísmo fue un ateísmo filosófico, racional. No fue un ateísmo que partiera de evidencias científicas ni sustentado en las mismas. Es más, su transformación inicial en ateo se dio por las dudas que el tema del mal le planteó frente a la religión, un camino que suelen tomar muchos agnósticos, algunos de los cuales llegan hasta el ateísmo. Es imposible para algunos creyentes aceptar que el mal exista cuando estaría en manos de un dios omnipotente controlarlo, no dejarlo surgir. Esto los lleva a la conclusión de que ese dios o no es omnipotente, o no existe, o no interfiere en los asuntos humanos. 

Como ateo, Flew situó sus debates en el plano del lenguaje, en el análisis de las afirmaciones y su imposibilidad lógica, en el plano ontológico (el estudio de las entidades que existen y su interrelación) y teleológico (el estudio del propósito de algún ser). Es un proceso similar al de Platón y sus diálogos socráticos. De sus planteamientos surgió lo que se conoce como Teología Filosófica, una rama de la filosofía que a partir del análisis conceptual, la lógica o la lingüística, se abordan los temas que tienen que ver con la naturaleza de Dios, especialmente los que tienen que ver con la coherencia del teísmo y la existencia de Dios, y se dejan de lado temas como la vida después de la muerte o la relación entre moral y religión.

Tal vez por haber sido un ateo intelectual, su conversión al deísmo se dio en el mismo plano. No fue una revelación en el camino de Damasco, pero tampoco una decepción por falta de pruebas en el mundo de las ciencias. Todo lo contrario, Flew afirmaba que las evidencias de los nuevos descubrimientos científicos fueron las que le llevaron a revisar sus conclusiones. Aquí, creo yo, cayó en la religión del vacío. Las evidencias científicas que llenaron muchos espacios que estaban siendo ocupados por mitos metafísicos resaltaron algunos de los vacíos que aun quedaban por cubrir, espacios que suelen mantener las religiones para asegurar su vigencia, y Flew cayó en el espejismo, en no poder encontrar otra explicación coherente más allá de la existencia de una inteligencia primera y superior. Por eso su dios será un dios como el de Aristóteles, al que ve como causa primera dotado de poder creador y de inteligencia. 

Las razones que expone Flew para su conversión en deísta son de caracter teleológico: La necesidad de un dios que se configura como causa primera, que posibilita la existencia del universo; la necesidad de ese mismo dios para explicar el surgimiento de la vida y su desarrollo; y la complejidad del ser humano como organismo, ya que consideraba el naturalismo darwinista insuficiente para explicarla. A Flew los descubrimientos de la genética y la física teórica lo hicieron dudar de la posibilidad del surgimiento de la vida por obra del azar, y lo llevaron a plantearse la necesidad de una inteligencia superior en la ecuación. El universo y la organización teleológica del mismo, la maravillosa complejidad de las leyes de la naturaleza que quedaba en evidencia a partir de los descubrimientos científicos del siglo pasado, lo llevaron a plantearse la necesidad de un diseño inteligente.

Su relación crítica frente al problema del mal persistiría, así como no creer en la vida después de la muerte, pero este es un dilema para los teístas, que permite entender un poco más su deísmo.

¿Por qué digo que sus argumentos son débiles? Para un filósofo, un comunicador o un ciudadano de a pie, las leyes de la naturaleza son absolutamente complejas e inentendibles. Pero, los físicos se maravillan por su sencillez, por su elegancia. Además, los últimos avances se encaminan cada vez más hacia un modelo unificado, que permita darle concordancia a la física molecular desde la mecánica cuántica con la teoría de la relatividad desde la física del universo. Es decir, lo que percibimos como un modelo complejo tiene la simplicidad que ha demostrado la naturaleza en la organización de todos sus organismos. El hecho de necesitar un ente superior para explicarlo se vuelve una necesidad personal, privada, no una necesidad teórica sin la cual la ciencia no pueda sustentar el surgimiento de sus leyes.

Respecto al surgimiento del universo, las teorías permitieron postular el big bang como punto de partida, y los recientes descubrimientos científicos, algunos posteriores a la conversión de Flew, han ido modificando y fortaleciendo esta teoría. Es cierto que faltan muchos años para tener certezas; cada vez surgen nuevas modificaciones, nuevas opciones como la teoría de los multiuniversos que se contrapone a la del universo en constante expansión. Pero la incertidumbre no puede llevarnos a llenar los espacios vacíos con un ser sobrenatural. La ciencia ha ido llenando esos espacios y reduciéndolos cada vez más, aunque sus propios descubrimientos pareciera que dejan al descubierto nuevos resquicios.

Por último, la casi milagrosa complejidad de la vida, expresada especialmente en el ser humano y su capacidad de sentir y de pensar, se ha ido abriendo ante nuestros ojos y hemos podido comprenderla más y mejor. Si bien en un principio el descubrimiento de la doble hélice de ADN significó descubrir un código supremamente complejo, la decodificación del genoma y la posibilidad de contrastarlo con el de cualquier ser vivo nos permitió entender su simpleza química, a la vez que evidenciamos que venimos de una única cadena genética original. Baste con saber que si nos comparamos con un gusano, el 40% de sus genes tiene un equivalente en los genes humanos. En el caso del ratón, casi todos sus genes tienen una contraparte en el humano, y en algunas cadenas es imposible diferenciar a cual de los dos pertenece. En el caso de los chimpancés, la similitud genética llega al 99% de los genes, como es de esperarse. El ser humano tiene 3 billones de pares de bases de ADN que conforman casi 40.000 genes. Hoy en día comprendemos su comportamiento y organización; no hemos podido aun sintetizar vida en un laboratorio, pero ya podemos influir en su desarrollo y la terapia genética es una realidad cada vez más cotidiana. Nuevamente, cada día hay menos espacio para una inteligencia superior que diera origen al diseño de la vida. 

Ahora bien, creo que la filosofía es buena en cuanto es útil, es decir, que lo que se piensa se pueda llevar a la práctica. Entonces, pensando en un dios como causa primera y como diseñador inteligente del universo y de la vida, surgen muchas dudas.

Este dios o ente de inteligencia superior, debe ser al menos una entidad energética que de alguna forma le permita procesar los modelos que desarrolla esa inteligencia, y debe tener una ubicación y una permanencia. Ya sabemos que no pueden haber en el universo entidades no mesurables. Por lo tanto, esperamos en algún momento poder identificarlo o identificar sus pulsaciones o cualquier otro tipo de manifestación. Pero, ¿Intervino solamente en el momento previo al big bang? ¿Desde ese momento estableció el plan de desarrollo del universo y de todo lo que lo compone? ¿O sus intervenciones han sido reiteradas, cada vez que uno de los pasos en la torta de la vida está cocinado?

Supongamos que este ente, que además debería ser causa sin causa, dio inicio al universo hace 13.800 millones de años. En ese momento diseñó un modelo energético que dio el punto de partida al big bang. Después esta inteligencia superior, cuya única finalidad es diseñar modelos de desarrollo para obtener vida en algún momento,  se toma un descanso de 9.300 millones de años, hasta que nuestro sistema solar ha tomado forma y la tierra se ha convertido en un planeta caliente y convulsionado que gira alrededor del sol, una de las 100.000 estrellas de la Vía Láctea, que a su vez es una de las 100.000 galaxias del universo. Asumimos que en ese momento interviene para ajustar las condiciones físicas del sistema solar y permitir que se genere un ambiente favorable para la vida. Esta vez entrará en un periodo de espera más corto y pasados 1.000 millones de años, cuando la tierra ya se ha organizado, tiene una atmósfera primitiva y agua, dará origen a la vida, y se iniciará esta maravillosa carrera evolutiva que después de 3.500 millones de años nos ha traído hasta lo que somos. Podemos asumir que esa inteligencia superior ha estado implantando modelos iguales o diferentes en otro planetas. No tendría mucho sentido pensar que se dedicó a un solo planeta, a un único intento. Pero tampoco tiene mucho sentido pensar que ha ido trabajando por etapas. 

Mi capacidad mental no me permite pensar en un ente superior que trabaje de esta forma. Tal vez estoy limitado por la visión antropomórfica de la inteligencia. Podría soportar un dios que interviniese en el momento previo del big bang, pero uno que intervenga a intervalos irregulares a partir de ese punto no me cabe en la cabeza. Si la fe me diera para tanto, me sería más fácil creer en un dios teísta, dedicado de forma permanente a crear al universo, al sistema solar, a la tierra, a cada uno de los seres humanos (al menos sus almas) y a seguirlos en su devenir. Pero en otro artículo nos dedicaremos a esta opción.

Recuerdo que Stephen Hawking cuenta en Historia del tiempo, que tras una conferencia en el Vaticano, en una audiencia privada otorgada a los conferenciantes por Juan Pablo II, en Pontifice los felicitó por su trabajo pero les recordó que no se debía indagar en el momento anterior al big bang, porque allí estaba el momento de la creación y por lo tanto la obra de Dios. Hawking dice: "Me alegré entonces de que no conociese el tema de la charla que yo acababa de dar en la conferencia: la posibilidad de que el espacio-tiempo fuese finito pero no tuviese ninguna frontera, lo que significaría que no hubo ningún principio, ningún momento de Creación. ¡Yo no tenía ningún deseo de compartir el destino de Galileo, con quien me siento fuertemente identificado en parte por la coincidencia de haber nacido exactamente 300 años después de su muerte!" (Hawking, S.: Historia del tiempo, Crítica, Barcelona, 2001, cap. 8, p. 156).

En conclusión, al menos para mi, Flew llegó a un punto de su vida en que su espiritualidad le exigió regresar al abrigo seguro de un ser superior que dio origen al universo, tal vez para tener un puerto de llegada al momento de su muerte, o al menos encontrar un origen divino en una vida fructífera que no necesitaba más que su propia justificación. Pero como dijo mi amiga, cada quien tiene sus necesidades personales en momentos críticos de la existencia. Yo por mi parte, después de leer a Flew y sus razones, me convenzo más de mi ateísmo.

Hay una reflexión muy valiosa de este proceso. El principio que debe guiar nuestra reflexión sobre la vida y el universo es la que Platón le atribuye a Sócrates en La República: Sigamos la argumentación a donde quiera que nos lleve. Y como dice Punset en su último libro, Carta a mis nietas, debemos estar siempre dispuestos a cambiar de opinión. Algunos esperaremos evidencias científicas, otros se refugiarán en sus procesos intelectuales, pero por un camino o por otro, nuestro marco teórico está en constante cambio y debemos estar dispuestos a revisarlo, a modificarlo, a adaptarlo a la realidad cambiante del universo. Como dijo Heráclito: Todo cambio menos el cambio mismo.

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Esta es en breve la historia de Flew: http://www.radiotulip.com/antony-flew-el-caso-de-como-el-ateo-mas-famoso-del-mundo-termino-creyendo-en-dios/ 

lunes, 15 de febrero de 2016

Timochenko, Santos y el Nobel de Paz

Bastante revuelo e indignación causó la posible nominación de Timochenko, el Presidente Santos y cinco víctimas del conflicto armado al premio Nobel de Paz, propuesta por el parlamentario noruego Heikki Eidsvoll Holmås.


Lo primero que hay que tener en cuenta es que el nombre de los colombianos hace parte de una larga lista que suma cerca de 200 personas, de las cuales se escogerán los nominados, para que finalmente el comité proceda a escoger a la persona o institución galardonada. Cuando uno sabe que en esa larga lista de 200 figuran nombres como el precandidato a la presidencia de los Estados Unidos, el polémico Donald Trump, o el periodista estadounidense Edward Sonowden, el exagente que destapó muchos secretos de la CIA, sabe uno que está ante una lista de la que falta mucho por escoger.

Pero, hay que estar preparados para una nominación que muy posiblemente se haga realidad. El Presidente Santos ya ha estado en esa lista de prenominados desde que empezó el proceso de paz en Colombia. El hecho de que se configure un grupo donde está Timochenko y, lo más importante, cinco representantes de las víctimas, hace muy probable su nominación definitiva. Otro competidor importante puede ser el Papa Francisco, gracias a su discurso que habla de una transformación radical al interior de la Iglesia Católica, aunque aun falte mucho para que la palabra se haga una realidad.

Pero volviendo a los nuestros, queda la duda de si esa nominación es merecida. Recordemos que el Nobel de la Paz debe ser entregado "a la persona que haya trabajado más o mejor en favor de la fraternidad entre las naciones, la abolición o reducción de los ejércitos existentes y la celebración y promoción de procesos de paz", según el testamento de Alfred Nobel. Evidentemente Santos y Timochenko aceptaron sentarse en una mesa de diálogo para tratar de sacar adelante un proceso que deberá terminar con una guerra interna de más de 50 años. Este es el proceso en Colombia que más avances ha tenido, y el que pareciera ser más promisorio. Adicionalmente, la mayoría de las victimas han aceptado hacer un proceso de perdón que permita cerrar este capítulo que oscureció la vida de varias generaciones. Finalmente, de darse la nominación, sería un espaldarazo más al proceso, que parece hacer agua cada tanto. Es decir, el nuestro cumple con la premisa  de la "promoción de procesos de paz".

Aun así, no sería sensato entregarle el premio a estos nominados hasta que se haya firmado el acuerdo. Y ojalá que si esa nominación se diera, tuviera en cuenta el costo de esa paz antes de entregar cualquier premio. Porque al paso que vamos, con el afán que tiene Santos de lograr la firma, pareciera que hemos caído en la trampa de "la paz a cualquier costo". Y cuando las FARC dicen no tener los recursos necesarios para resarcir a las víctimas, uno se pregunta si Timochenko y su grupo están siendo sinceros en su interés de firmar una paz sincera y permanente. O cuando sabemos que siguen con algunos de sus delitos, o inclusive cuando insisten en un acceso rápido a los órganos del poder y no mediante los procesos electorales normales.

Lamentablemente el Parlamento Noruego que se encarga de seleccionar a los miembros del comité y de presentar a los preseleccionados nunca ha sido muy crítico de los candidatos en su evaluación. Pareciera que tienen aun una visión romántica de los movimientos revolucionarios o de resistencia ciudadana. Este mismo parlamentario fue el que nominó a quienes posteriormente bajo polémicas recibieron el premio el año pasado, el Cuarteto para el Diálogo Nacional, en Túnez. Pero además, en las últimas décadas  el premio Nobel de Paz ha estado salpicado por dudas y críticas: El de Rigoberta Menchú porque después se supo que parte de su historia había sido una falsificación, destapada en 1999 por el antropólogo David Stoll; el de Yaser Arafat, Isaac Rabin y Shimon Peres, que mantuvieron su espíritu combativo inclusive en medio de las negociaciones que evidentemente no han traído la paz al medio oriente; el de Henry Kissinger que instigó el golpe de estado contra Pinochet; el de Anwar el Sadat y sus métodos poco ortodoxos para eliminar a sus enemigos; el de Al Gore por sus cuestionables (por exageradas) conclusiones sobre el calentamiento global. En contraste, el premio nunca se le dió a Gandhi, por ejemplo, un verdadero hombre de paz, que desafió a un imperio y acabó por derrotarlo sin haber levantado nunca su mano para agredir a un adversario.

Es muy difícil que un premio como este no genere polémica. En cualquier negociación siempre habrán partidarios y detractores. No hay proceso alguno que no haya tenido bandos polarizados, no solo entre algunos de sus participantes sino también entre observadores externos que se sienten en plano derecho de pontificar. El caso colombiano no es la excepción, y por eso las reacciones que ha causado esta prenominación. Pero, lo cierto es que si nuestros compatriotas han de recibir ese premio, al menos esperen a que se haya firmado la paz y no sea una simple esperanza. Además, lo justo sería dárselo a las víctimas que han aceptado dar el perdón, mucho más que a sus agresores a los que mucho les cuesta reconocer su papel de victimarios.

jueves, 11 de febrero de 2016

No al agua en botella

En un muy interesante artículo, el doctor Carlos Francisco Fernández de El Tiempo presenta las alarmantes cifras que genera el consumo de agua embotellada. (Vea el artículo completo aquí: http://www.eltiempo.com/estilo-de-vida/salud/produccion-de-agua-embotellada/16502951 ).
La cifra más importante es que estamos consumiendo 233.000 millones de litros al año, lo que genera 1,5 millones de toneladas de plástico anuales, a nivel mundial.  Ante cifras tan exorbitantes, las personas solemos alejarnos y pensar que no somos parte del problema. Pero, haga un examen de conciencia y piense en cuantas botellas de agua consume al mes.
Una familia promedio que sale a caminar por el parque o a pasear por el centro comercial o almuerza en un restaurante puede consumir unas tres o cuatro botellas de agua en un fin de semana. Esto pueden ser 12 botellas al mes. Esto, al año, puede alcanzar un kilo en desechos plásticos. Si un millón de familias en Colombia tiene un hábito similar, podemos estar hablando de 1.000 toneladas de botellas plásticas al año. 
Lamentablemente ese plástico poco se recicla y va directo a los vertederos en donde se demora más de 100 años es desaparecer. Lo único que estamos reciclando con cierta disciplina son las tapas que sirven para recolectar fondos para causas sociales. Mejor aporte sería donar el costo de una botella de agua directamente a la fundación.
El agua en botella es una industria que genera millones de dolares en ingresos a las grandes embotelladoras y es una moda reciente, asociada con las tendencias de vida sana. Pero, hasta no hace más de 10 o 15 años lo normal era tomar agua de la llave. En un restaurante uno se atrevía a pedir un vaso de agua, y el restaurante lo regalaba como cortesía. Un vaso de agua no se le niega a nadie.
Pero ahora el vaso de agua no está disponible. Usted recibirá una botella pulcramente servida, con un vaso lleno de hielo (que sí lo hacen con agua de la llave) y cuyo costo iguala o supera a una gaseosa. Pero, para colmo de males, la mayor parte del agua embotellada que se vende en Colombia y en la mayor parte del mundo, es agua procesada. Ya son pocas las embotelladoras de manantiales vírgenes (porque ya no quedan ni manantiales ni vírgenes), así que instalan plantas que toman el agua de los acueductos que nosotros rechazamos y la embotellan. Algunas plantas utilizan un sistema de filtrado para agregar algún valor, pero más allá de esto, el agua embotellada no es gran cosa. No es nada mejor que la que sacamos del grifo de nuestra cocina. Es decir, nos cobran por caminar a la tienda o al restaurante y tomar el agua que podíamos tomar en casa.
En ciudades donde el agua del acueducto es de dudosa calidad, el consumo de agua embotellada es más que justificado. Pero, en ciudades en donde el agua del acueducto es de buena calidad no vale la pena consumir agua embotellada. 
¿Qué podemos hacer? Comprar un termo de acero inoxidable o de vidrio (que los hay de diseño moderno y elegante) y llevar de nuestra casa el agua cuando salimos a caminar, a hacer ejercicio o al parque. Debemos perder la vergüenza de llenar nuestros termos en los centros comerciales o los mismos restaurantes, y pensar que por cada llenada le estamos ahorrando una botella a los vertederos de basuras. Y esos 20 dólares mensuales que se ahorra en botellas de agua puede aportarlos a algún programa social en su país. 

COROLARIO

El negocio del agua embotellada ha crecido a volúmenes insospechados. La tendencia a la dieta sana está haciendo que reemplacemos las bebidas gaseosas o azucaradas por agua embotellada. Las grandes empresas de bebidas tienen su línea de agua, que aporta grandes márgenes. Pronto, este preciado líquido comenzará a escasear. Hoy en día, por ejemplo ante el fenómeno del niño, ya tenemos periodos en donde toca comprar botellones de agua para consumo y carrotanques para llenar los tanques de los edificios y las casas. Estamos pagando por un bien vital para la supervivencia humana.
Hay recursos naturales que podemos obviar o reemplazar. El petroleo que tanta riqueza ha generado pronto será reemplazado por otras fuentes energéticas. Pero, cuando no haya agua, ¿qué podremos beber? Creo que absolutamente todas las bebidas tienen agua como uno de sus componentes; las plantas necesitan agua para desarrollarse; nuestra forma de vida gira en torno a este líquido desde que nació la civilización.
Dicen quienes promulgan las teorías conspirativas que las grandes multinacionales están comprando territorios que a futuro les permitirán controlar los recursos hídricos. (http://www.elespectador.com/noticias/medio-ambiente/los-magnates-se-apoderan-del-agua-articulo-557165). Los futurólogos predicen que las naciones que se hicieron al control de la Antártida exportarán y venderán agua potable dentro de algunos años (recordemos que este continente tiene el 80% del agua potable del planeta y su control según el Tratado Antártico está en manos de 28 países firmantes). 
¿Aquí también hipotecamos el futuro de nuestros hijos? 


miércoles, 3 de febrero de 2016

Free the nipple.

En medio de todos los comentarios y posturas que ha dejado al descubierto el tema del supuesto acoso sexual del Defensor del Pueblo de Colombia contra su secretaria privada, pasó desapercibida la presentación del video de la campaña Free the nipple (liberen el pezón) que hizo el New York Times.
Este movimiento, iniciado por la activista y cineasta Lina Esco, busca eliminar la erotización del torso de la mujer. Su postura es que no debe sexualizarse el torso de la mujer así como no se sexualiza el del hombre, y por lo tanto la mujer puede estar en derecho de mostrar sus senos y sus pezones, así como el hombre muestra las suyos.
A mi personalmente me parece que la Esco y sus seguidoras están vanalizando una parte muy importante del cuerpo femenino y de su erotismo. Para empezar, biológicamente los senos son una zona erógena, altamente sensible y que juega un papel muy importante en la estimulación sexual de la mujer. Ahora, si la sociedad establece que es moral mantenerlos cubiertos, no es porque estimulen a la mujer, sino porque evidentemente estimulan visualmente al hombre. Es decir, el problema no es de la mujer si los lleva o no cubiertos, sino del hombre y lo que le sucede cuando los ve cubiertos o descubiertos.
Pero aquí creo que también hay una exageración. Exageración en quienes creen que los hombres son como animales que se exaltan ante cualquier estímulo visual. Y exageración de hombres que realmente se exaltan ante cualquier tipo de estímulo y actúan como animales. 
Este movimiento tomó fuerza cuando redes como Instagram censuraron y eliminaron las fotografías en donde se veían pezones femeninos. No importa si el resto del seno es visible, lo importante es que el pezón no lo sea. Y esto llevó a situaciones extremas como eliminar fotos de mujeres amamantando o fotos extraídas de documentales sobre grupos indígenas. 
La erotización del cuerpo femenino no corresponde, creo yo, al grado de desnudez, sino a la actitud de la fotografía. Las fotografías de Soho, por ejemplo, pueden presentar a la modelo con sus senos totalmente cubiertos y tener una alta carga erótica. Y algunas de la National Geographic pueden mostrar un cuerpo femenino desnudo y no tener ningún contenido erótico. Así que la protesta de Lina Esco y su grupo es cierta, siempre y cuando se entienda que el problema no es que el cuerpo femenino se vea desnudo, sino como lo muestran, como erotizan el mensaje. 
Esta discusión no sería importante de no ser por la forma en que los hombres hacemos uso de los mensajes que convierten al cuerpo femenino en objeto, haciendo de la industria del erotismo una de las más rentables de la era capitalista. Nuevamente, el problema no es de quien muestra sino de quien observa. 
Aquí es donde entra en juego la parte problemática. Aquí es donde los hombres abusadores salen con su discurso de que la mujer que muestra los incita a actuar de formas desagradables, groseras o inclusive delictivas. Una mujer no puede sonreír porque es muestra de coqueteo; no puede lucir un escote o una minifalda porque es una incitación. En estos argumentos trogloditas se esconden los abusadores y acosadores.
Pero volviendo al movimiento de Lina Esco, yo sigo prefiriendo las imágenes que no lo muestran todo sino que insinúan, proponen y dejan soñar. La desnudez hace parte del después, no del antes, y el antes es más estimulante y propositivo.
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Para quien se pregunte porque estas discusiones giran en torno a la mujer y no al hombre, creo que la respuesta es sencilla. Nada más prosaico que la desnudez masculina. Recuerden el caso del Defensor: Lo que sentenció el tema fue la fotografía del personaje con su pene al aire. No es obsceno; es vulgar, antiestético. 


lunes, 4 de enero de 2016

2016: De horóscopos y otras falacias.

Dice Rodolfo Llinás que una de las características que nos hace inteligentes es poder proyectar la consecuencia de nuestros actos, empezando por el movimiento. Entender que si hacemos A logramos B, o al menos poder prever las consecuencias, nos permite planificar nuestra vida diaria y avanzar en la consecución de nuestras metas.
Pero esa misma capacidad es la que nos genera incertidumbre, porque somos conscientes de que no podemos asegurar en la mayoría de los casos el resultado de nuestros actos, porque hay variables externas que no controlamos. Esa incertidumbre, ese temor por el futuro que no conocemos y esa angustia por las variables externas nos han llevado a construir diversos sistemas para tratar de controlar el universo o al menos hacerlo más amigable y benévolo hacia nosotros.
Lo primero que hizo el hombre fue antropomorfizar todo aquello que no entendía o controlaba. Así surgieron los espíritus que animaban a la naturaleza, los rayos, el fuego, la cosecha y todo lo demás de su entorno. Estos espíritus evolucionaron en diversos dioses con los cuales se comunicaba el hombre mediante la intercesión de la casta sacerdotal, y finalmente evolucionaría hacia un dios único, propio de las religiones monoteístas, acompañado por una pléyade de santos, ángeles o vírgenes, según corresponda. 
Pero, los dioses sólo permiten encomendarse a sus buenos oficios o buenas intenciones, y normalmente exigen de sus seguidores algún tipo de sacrificio: Desde los animales cuya sangre corría por los primitivos altares, hasta la exigencia de un comportamiento intachable apegado a unas rigurosas normas. Obviamente sería más fácil seguir sacrificando becerros que comportarse bien, pero el monoteísmo moderno trajo esas dificultades. 
Para compensar esas exigencias, el hombre buscó otras formas de controlar el futuro, o al menos de poder conocerlo. La principal pseudociencia que busca predecir el futuro es la astrología, que surge de la adoración de los astros como cuerpos superiores que comparten el espacio con los dioses, y que sirvieron para medir el ritmo de las vidas de nuestros antepasados. De esta ciencia que surgió en Babilonia recibimos los primeros avances científicos en lo que se convertiría en la astronomía moderna.
La premisa de la astrología es que hay una relación entre los fenómenos astronómicos y nuestras vidas. La ciencia ha demostrado que estadísticamente no hay relación demostrable, y matemáticamente es improbable. El horóscopo que leemos en los periódicos asume que todas las personas tendrán un futuro similar según su signo. Teniendo en cuenta que son 12 los signos zodiacales, significa que cada día cerca de 583 millones de personas tienen un futuro casi igual. Si alguien dijera que eso es sólo orientativo, pero que la carta astral si es exacta porque aplica la situación de los astros al momento exacto del nacimiento, significa que 254 personas comparten un futuro idéntico, ya que esas son las personas que nacen cada minuto, eso si creemos que los cambios en el mapa celeste son lo suficientemente fuertes cada minuto como para cambiar su supuesta injerencia en los hechos mundanos. En principio la carta astral tiene cambios significativos cada hora, es decir, 15.240 personas en el mundo deben compartir el mismo futuro.
Adicionalmente, la ciencia ha demostrado que al momento del nacimiento es más fuerte la fuerza de gravedad generada por la masa del cuerpo físico del médico que recibe al bebé, que la generada fuerza generada por cualquiera de las estrellas visibles, que están a varios años luz de nuestro planeta. Es decir, si acaso la luna puede generar una influencia física o energética percibible. El resto de los astros no funciona más allá de ser un adorno estelar. En conclusión, es evidente que ni las estrellas, que forman las constelaciones zodiacales, ni los planetas, están en capacidad de influenciar en los hechos de nuestras vidas o de determinar nuestro futuro.
En el campo de las predicciones, otros muchos sistemas se caen de su peso en cuento a su inutilidad. La numerología, que busca establecer una relación mágica entre los seres vivos, los espíritus y los números,que heredamos de los pitagóricos; la lectura de las entrañas de diversos animales; la lectura de la taza del chocolate, café, la olla del arroz o cualquier otro elemento culinario; los caparazones de las tortugas o las monedas del I Ching; los palitos chinos; por supuesto, el tarot y sus diferentes variaciones; la infaltable bola de cristal, que canaliza la energía del adivinador para poderse poner en contacto con el mundo metafísico.
En conclusión, no hay ninguna prueba científica, estadística o inclusive vivencial que permita creer en que alguno de estos métodos para anticipar el futuro funcione. Lo que si hay son pruebas de lo que se conoce como profecía autocumplida, que es cuando asumimos que un hecho ocurrirá e inconscientemente hacemos todo lo necesario para que ocurra. Es decir, si el horóscopo nos dice que este año nuestro matrimonio fracasará nos dedicamos inconscientemente a hacer que fracase, para al final del año aceptar como cierto lo que el horóscopo predijo. 
No quiero terminar sin tocar un tema que discutía hace poco con una amiga: Nostradamus y otros profetas menores, entre quienes se destaca una supuesta profetiza anciana rusa, que según los mitos de las redes sociales profetizó con acierto varios hechos modernos y anuncio otros por cumplirse aun. Por un lado, para quienes no creemos en los espíritus o en el mundo metafísico, estos profetas no tendrían esta fuente de información. Lo que queda como posibilidad es que tengan un canal abierto hacia curvaturas del tiempo y el espacio que de alguna forma les permita "ver" el futuro. Pero estos posibles agujeros de gusano son aun improbables en el mundo real y no pasan de ser un postulado de la física. Así, que lo que nos queda es lo de siempre; una persona con una capacidad literaria que le permite verbalizar predicciones lo suficientemente etéreas para que se apliquen a casi cualquier hecho con facilidad. 
Tratar de saber que nos depara el futuro tiene lógica: necesitamos disminuir al máximo la incertidumbre del mañana. Llevamos cientos de años construyendo modelos de diversa índole que nos permitan sentir que tenemos algún tipo de control, o al menos algún tipo de ayuda o protección del más allá para sobrevivir en el más acá. Pero, indudablemente, lo mejor que podemos hacer es no preocuparnos sino ocuparnos. El futuro será lo que nosotros hagamos de él, sabiendo que hay cosas que no podemos controlar. A veces el viento va en la dirección que queremos; otras debemos ajustar las velas y cambiar el rumbo, sin perder de vista el norte de nuestra brújula.