Hoy encontré en El Tiempo las cifras de perros y gatos que viven en situación de abandono en el país. Las cifras son alarmantes: el 38% de los perros que viven en Bogotá lo hacen en situación de abandono, es decir, que no tienen dueño o que su cuidador es irresponsable. Según un estudio de la UDCA citado en el mismo artículo, esto corresponde a 935.374 perros y 334.666 gatos. Si estos son los que están en abandono, tomando para ambos casos el porcentaje citado inicialmente, significa que en Bogotá hay 2.461.000 perros y 880.000 gatos.
Según las proyecciones de la Secretaría Distrital de Planeación, Bogotá tiene cerca de 4.500.000 hogares. Esto significa que en promedio la mitad de los hogares Bogotanos tiene mascota (algunos tienen más de una, con lo cual baja el número de hogares con tenencia).
Con estos números, podemos sacar conclusiones interesantes:
Respecto al abandono, uno no entiende como una persona adopta o compra un animalito para después saciar con él sus resentimientos. Porque, quien maltrata a un ser en condiciones de inferioridad y dependencia debe ser porque está calmando su sed de venganza contra el mundo o sus resentimientos contra la vida. De otra forma uno no entiende como alguien puede maltratar o inclusive, ser simplemente indiferente ante seres que siempre están dispuestos a mostrarnos su amor incondicional y su sumisión a cambio de algo de cariño y respeto. Ojalá que la recién aprobada ley contra el maltrato animal funcione adecuadamente y se impongan las sanciones respectivas. Pero, más allá de las sanciones se deben reforzar las campañas educativas que le recuerdan a las personas que las mascotas no son juguetes, que adquirir una es un compromiso de por vida y conlleva responsabilidades.
El artículo menciona que al centro de zoonosis llegan al año cerca de 4.000 perros en situación de abandono y con signos de maltrato. Así no hay campaña de adopción que de abasto, y muchos de ellos tendrán que ser sacrificados. Y lo que es peor, significa que solamente reciben algún tipo de atención el 1% de los perros que están en situación de abandono.
Respecto al tamaño del mercado, las cifras confirman la tendencia que se ve en las calles. De los 2.461.000 perros que habría en Bogotá, 1.500.000 viven en condiciones adecuadas. En promedio un perro gasta $ 30.000 en alimentación mensual (perro mediano, una marca nacional de costo medio), lo que significa que en solo comida los bogotanos gastamos $ 45.000 millones mensuales en comida para perros. La cifra parece exagerada, pero según la revista Dinero, en el 2015 las ventas de las empresas dedicadas a la fabricación de alimentos para animales fueron de $ 7.859.000 millones. Es decir, Bogotá concentraría cerca del 7% del mercado de alimentos para animales, lo cual suena proporcionado. Estamos cruzando números de diversas fuentes y haciendo inferencias, pero evidentemente hay un fenómeno económico que vemos a diario en la proliferación de locales de alimentos y accesorios, salones de belleza, veterinarias, paseadores y todo tipo de ofertas para mascotas. El tema de las mascotas se ha vuelto un motor importante de la economía y de alguna manera jalona el consumo y permite el crecimiento de un nuevo mercado dinámico, pujante y generador de empleo.
Pero, frente al crecimiento de hogares con mascotas, al movimiento proderechos de los animales, al crecimiento económico y la reserva de cada vez más dinero por parte de las personas a sus hijos peludos, como los llaman ellos mismos, siempre me ha surgido un sentimiento encontrado. ¿Cuánto de lo que destinamos a nuestras mascotas, porque tengo una, podríamos destinarlo a ayudar a familias necesitadas que viven en peores condiciones que las de los perros y gatos de casa? Lupe, mi perrita, gasta mensualmente lo suficiente para mantener a un niño en condiciones sanas de alimentación y vestido. Y la mía vive en condiciones si no austeras, al menos racionales para un animal. No sobran los que van a diario al colegio, comen concentrado importado, tienen entrenador personal, salón de belleza cada quince días y otras excentricidades que buscan humanizarlos.
¿Somos ya tan insensibles al dolor humano que no protestamos en Facebook pidiendo ayuda por los niños de la calle pero si por los perritos callejeros? ¿Es tan normal ver a los recicladores escarbando en las canecas que no nos mueve a publicar protestas ni "likes", pero si lo hacemos por miles para promover los comederos automáticos para perros? ¿Nos resistimos a regalar una moneda en la calle a algún anciano hambriento pero compartimos sin problema las galletas de nuestro perro con algún vecino de cuatro patas en la terraza del restaurante donde almorzamos?
Definitivamente, cuando nos conmueve más el corazón un perrito que lo que nos lo conmueve un niño pidiendo plata en un semáforo, un reciclador acarreando una carretilla de media tonelada o un anciano pidiendo para un plato de sopa, entonces con seguridad vivimos en una sociedad que somete a sus iguales a un abandono animal. Y tal vez ni siquiera eso, porque los animales suelen ser más solidarios de lo que hemos demostrado ser nosotros. ¿Será necesario promover leyes que nos obliguen a ser solidarios?
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