miércoles, 7 de octubre de 2015

¿Dios es verde?

La noticia histórica de la Nasa de la presencia de agua líquida en Marte nos ha sorprendido a todos; no solamente por las implicaciones que tiene en cuanto a una mayor facilidad para un posible asentamiento humano, sino también porque aumenta drásticamente las posibilidades de que en algún momento de la historia hubiese habido vida en el vecino planeta.
Son muchas las implicaciones que esto puede tener para nuestra concepción de la vida. El simple hecho de que en un planeta vecino al nuestro, inhóspito, pueda contener vestigios de vida bacteriana, aumenta las probabilidades de que pueda existir vida en otros de los millones de planeta que hay en el universo. Es un simple tema estadístico: Si dos planetas de un mismo sistema tienen vida (por ahora dos, falta aun mucho por explorar en nuestros vecinos y sus lunas), las probabilidades de que otros planetas en otros sistemas la tengan son bastante altas.
Ahora bien, para quienes creen en la presencia de seres extraterrestres en nuestro pequeño mundo, yo los exhortaría a que aplicaran esas mismas matemáticas para evaluar esa opción. Con varios años luz de distancia entre nuestro sistema y las estrellas vecinas, y con una distancia de 100.000 millones de años luz de extremo a extremo de la Vía Lactea, creo que es físicamente imposible que un ser vivo viaje de un planeta al nuestro para explorarnos, conocernos o invadirnos. Esto sólo sería posible con medios de viaje que utilicen los túneles de gusano o algún sistema de transporte interdimensional. 
Lo que importa aquí es, ¿cómo asumen estas noticias los creyentes?
Para quienes creen en los libros sagrados a pie juntillas, es absolutamente imposible aceptar la posibilidad de existencia de vida en cualquier otro punto del universo. Por absurdo que parezca, aun hay quienes creen en la creación de forma literal. Y como la Biblia, en el caso de los cristianos y sus vertientes, no habla de que Dios haya creado bacterias en otros planetas, pues para ellos es una posibilidad inexistente.
A estas personas las pruebas físicas, reales y evidentes que descubrió la Nasa debería moverles los cimientos de su fe, o al menos los alcances de la misma. Supongo que deberán moverse de la literalidad al simbolismo de las escrituras, como lo viene haciendo el Papa Francisco. Pero, en muchos casos no será así, esa transformación la veremos en nuestros hijos, que ojalá pasen a una espiritualidad más universal. 
Y los creyentes de mente más abierta, pero que siguen siendo teístas, tendrán que hacerse la nueva pregunta del millón: ¿Será que Dios es verde?

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